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Gran parte de los argentinos parecía acatar el viernes el aislamiento social obligatorio de 12 días ordenado por el presidente Alberto Fernández en todo el país para limitar el avance del «enemigo invisible», como el mandatario llamó al coronavirus.
Las calles de Buenos Aires estaban prácticamente vacías y el silencio reinaba en la mayoría de los barrios de la capital argentina, luego de que a las 00:00 horas del viernes (0300 GMT) comenzara la cuarentena obligatoria que se mantendrá hasta la medianoche del 31 de marzo.
En momentos en que el país registra 128 casos, de los cuales han fallecido, la cuarentena no parece igualmente fácil de llevar para muchos argentinos. Al estar cerradas las escuelas, las familias con hijos suelen ser las más afectadas por el encierro obligatorio.
«La cuarentena cambia totalmente mi rutina, mis hábitos. Yo paso gran parte del día afuera. De acá a una semana sin salir me va a afectar bastante. Está claro que ni yo ni mi familia estamos en una situación normal, y me genera preocupación y ansiedad», afirmó Gonzalo Miri, un abogado de 36 años de Buenos Aires.
Si bien la idea del Gobierno es limitar al máximo la circulación de personas, se permitió el movimiento de empleados de actividades consideradas esenciales (salud y alimentación, entre otras) y la apertura de comercios pequeños de los barrios, con el fin de mantener el abastecimiento básico de la población y de evitar un mayor derrumbe de la economía.
«Todos tenemos que cumplir la cuarentena (…) La tarea acá es generar el menor movimiento posible de personas. La forma en que el virus se traslada es con el desplazamiento», dijo a la televisión argentina el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo.
El funcionario explicó que el Gobierno ha pretendido anticiparse al pico del brote de coronavirus, previsto para las próximas semanas en el país, según los expertos.
Mientras que prácticamente no había autos por las calles de Buenos Aires, los pocos autobuses que circulaban lo hacían casi vacíos. Como en una película futurista, algunos móviles policiales advertían por altoparlantes a la población que no debía salir a las calles de no ser necesario.
«Entre los chicos que tienen que hacer tarea virtual y necesitan ayuda, que se cae internet, que piden que les prepares un sándwich, que se pelean, que gritan ‘me da miedo LA coronavirus’, se hace complejo trabajar en casa», dijo Alejo Ortega, un consultor en desarrollo de negocios de 44 años de la ciudad de Buenos Aires.
En algunos barrios de la ciudad, solo algunos comercios abrían sus puertas ante la mirada de vecinos solitarios que se animaban a pasear a sus mascotas o limpiar sus veredas.
Mónica Tepfer, una abogada de 37 años, dijo que con las herramientas que le ofrece la tecnología intenta mantener su vida habitual: «Ayer cursé una materia online de la Maestría y hoy tuve hasta mi clase de baile por redes sociales», destacó.
El jueves, el banco central anunció una serie de medidas que pretenden mantener la actividad económica.
Entre otras decisiones, la entidad comunicó que reducirá los encajes de los bancos que otorguen créditos a empresas de baja escala a una tasa de interés anual que no supere del 24% (contra una inflación que podría cerrar el año por encima del 40%).
«Es el problema de salud más grave que hemos tenido en toda nuestra vida democrática», consideró el presidente Fernández en la noche del jueves en una carta abierta a los argentinos.