La reelección de Donald Trump en 2024 ha desatado profundos cuestionamientos sobre las implicaciones políticas y económicas para México, pero el aspecto más sorprendente ha sido el respaldo histórico del electorado hispano a un presidente republicano. Con un 45% del voto latino, Trump rompió récords para un candidato republicano, superando incluso el 44% alcanzado por George W. Bush en 2004.
Este fenómeno representa una fractura en la narrativa tradicional del voto latino, que históricamente se alineaba con la visión progresista del Partido Demócrata. Más allá de un simple cambio de preferencia política, la elección de 2024 señala un reajuste fundamental en las prioridades del electorado hispano: la economía se ha consolidado como el eje de decisión, y los temas sociales —como la migración— comienzan a ser percibidos, en muchos casos, como un privilegio para quienes pueden permitirse el lujo de no vivir al día.
Según datos de Edison Research, el 40% de los votantes hispanos identificaron la economía como su mayor preocupación, superando por nueve puntos al promedio de la población general. Este enfoque hacia el bienestar económico fue clave para que Trump consolidara un inédito 45% del voto hispano, un logro que se explica en parte por el crecimiento de la inflación, el encarecimiento de la vida y las limitadas oportunidades laborales, factores que han obligado a la comunidad latina a reexaminar su lealtad política tradicional. En este contexto, el mensaje republicano de estabilidad y control económico resonó profundamente entre sectores que enfrentan desafíos económicos inmediatos.
La situación es particularmente clara en Starr County, Texas, un bastión históricamente demócrata donde el 97% de la población es hispana. Trump no solo obtuvo una victoria con el 57% del voto, sino que logró un cambio de tendencia que desafía las lecturas convencionales sobre el electorado latino. Zonas urbanas con alta concentración hispana, como Miami-Dade, también reflejaron esta inclinación; aquí, Trump ganó el 55% de los votos, superando ampliamente las cifras alcanzadas por candidatos republicanos en ciclos anteriores. Este tipo de apoyo sugiere que, en tiempos de adversidad económica, la comunidad hispana está priorizando el bienestar financiero sobre las identidades culturales o las políticas de inclusión social, que en muchos casos, se perciben como abstracciones lejanas a las preocupaciones cotidianas.
El impacto de este realineamiento también se percibe en el voto por género y educación. Entre los hombres latinos, Trump alcanzó un 54% de apoyo, un incremento significativo comparado con elecciones anteriores. De igual forma, el voto hispano sin educación universitaria —un sector altamente golpeado por la inflación— respaldó a Trump en un 56%, subrayando una inclinación por el mensaje populista del expresidente, que prometía seguridad económica y protección para la clase trabajadora.
Los resultados de 2024 representan una señal de alarma para el Partido Demócrata, que enfrenta un desafío urgente: el voto hispano ya no puede considerarse un bloque asegurado. Durante décadas, la lealtad de esta comunidad hacia los demócratas se cimentó en un discurso de empatía hacia los inmigrantes y en la defensa de políticas de inclusión social. Sin embargo, la preocupación por la estabilidad económica ha desplazado estos ideales progresistas, y cada vez más votantes hispanos consideran que el Partido Demócrata ha perdido contacto con sus necesidades tangibles. Para muchos latinos, votar por políticas migratorias progresistas o promesas de igualdad social ya no basta. Los hispanos exigen respuestas inmediatas a problemas como el aumento en el costo de vida, el estancamiento salarial y la inseguridad laboral.