Cuando la Corte Suprema de Estados Unidos emitió un histórico fallo para proteger el aborto a nivel nacional, Bernandine Gatling tenía 16 años. Durante el resto de su adolescencia y la mayor parte de su vida adulta, las personas en Texas tenían “el derecho” de terminar el embarazo si así lo deseaban.
Hoy, más de 5 décadas después, Gatling hizo fila por horas bajo el abrasador sol de Houston para darle su apoyo a la vicepresidenta, Kamala Harris, la candidata demócrata a la presidencia, con la esperanza de que devuelva a las personas en todo el país el acceso al aborto.
“Se siente como si quisieran volver a los tiempos de la esclavitud; quieren arrebatarnos el privilegio de tomar nuestras propias decisiones y someternos”, dijo la mujer, de 67.
Texas es uno de los 21 estados en el país que han pasado leyes para criminalizar el aborto, después de que el Supremo derogó en 2021 el fallo Roe contra Wade.
Desde entonces, la prohibición en el estado sureño ha traído duras consecuencias: en los primeros 9 meses desde que se criminalizó el aborto, Texas vio un aumento de unos 100 mil nacimientos, según un estudio de la Universidad John Hopkins publicado el año pasado.
A su vez, la restricción también ha sido vinculada a un aumento en la tasa de mortalidad infantil en el estado: con un incremento del 12,9% en 2022 en comparación con 2021.