Sobre el ataúd de caoba en el que depositaron los restos de Isaac Aurelio Cervantes Santiago, la abuela Idelfonsa, de 74 años, esparció con el turíbulo humo blanco de incienso, como parte de un ritual para elevar las plegarias de caridad por su repentina muerte durante la explosión de la toma clandestina de Pemex, en San Primitivo, Tlahuelilpan, el 18 de enero pasado.
Luego sus padres, Matilde Santiago y Celerino Cervantes, bendijeron y lanzaron agua bendita sobre la única fotografía de papel, colocada sobre el ataúd, y con la cual buscaron a Isaac por 100 días, por todas partes, hasta que la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo aseguró haber encontrado una coincidencia de su identidad a partir de las muestras de ADN.
«Nos entregaron cenizas, prácticamente. Al parecer mí hermano sí fue a los que les tocó más el incendio. Nos mostraron una bolsita donde vienen puros restos de cenizas. Ya no se puede ver más allá. Ahorita nos trajimos los restos teniendo fe, creyendo en ellos de que las pruebas (de genética) coinciden. No podemos ver si era él. No quedó prácticamente nada», comentó Javier Cervantes Santiago, hermano de Isaac, quien se encargó de efectuar los trámites este domingo en el Servicio Médico Forense de Pachuca, Hidalgo.
Las autoridades de la PGJ estatal, comentó, se comprometieron a llamarlos después para entregar las copias de las pruebas de ADN que certifican la identidad de su hermano menor, lo cierto es que para la familia tener la posibilidad de darle sepultura y contar con un lugar donde llevarle flores resulta un respiro ante el dolor de la incertidumbre de ignorar su paradero.
«Al momento de ver las cenizas dijimos ¡ya!. Lo que queremos es tenerlo, es un dolor que no se le desea a nadie», agregó Javier.
La PGJ estatal comenzó a entregar, desde el sábado pasado y tiene previsto concluir el martes, los 53 restos levantados, en calidad de desaparecidos, del lugar donde ocurrió el siniestro, los cuales fueron analizados por el laboratorio científico comparando las muestras de ADN tomadas a parientes.
Hubo la petición de la familia de levantar la cubierta del féretro, pero aceptaron la sugerencia de Javier de quedarse con la imagen de Isaac con sus 25 años, esposo de Maricela Cruz, de 24 años, con quien formó un hogar en esa casa sencilla de tabique gris, y con la cual tuvo a Cristian Isaac de 7; Edwin de 4 y Citlali de 2 años.
Su ataúd tendrá su morada final en la tumba del abuelo «Beto», en el panteón municipal de Tezontepec.
Reina, hermana de Isaac prendió las enormes veladoras. Sus demás seres queridos repartían pan y té, como es la tradición, y con un abanico avivaban el fuego de la leña para sazonar la olla de frijoles que dieron a comer a los panteoneros para cavar unos metros más en la tumba familiar.
En breve, la familia acudirá a colocar una cruz en el lugar donde desean instalar el memorial, el lugar donde ocurrió aquel 18 de enero, la explosión dejando como saldo 135 muertos, 67 fallecieron en hospitales y 68 fueron levantados de la zona, de éstos 15 fueron identificados por sus familiares casi de inmediato.
Los 53 restantes fueron sujetos de pruebas de genética. No obstantes, autoridades de hidalgo reconocieron que aún tienen abiertas alrededor 65 carpetas de investigación por desaparición.
Con informacion de Milenio