Poway, California.
Minutos después de que el atacante huyó del tiroteo en el que mató a una mujer dentro de una sinagoga del sur de California, el rabino Yisroel Goldstein envolvió su mano ensangrentada en un manto de oración y se dirigió a su aterrorizada congregación con la promesa de mantenerse firme frente a otro atentado letal en un templo.
«Somos una nación judía que mantendrá su confianza. No permitiremos que nadie nos hunda. Estos actos de terrorismo no nos hundirán», le dijo Goldstein a su congregación después de los disparos en Chabad, de Poway, según recuerda.
Una de las feligresas, Lori Kaye, de 60 años, murió en el tiroteo, en el que también resultaron heridos Goldstein, Noya Dahan de 8 años y su tío de 34, Almog Peretz, señalaron las autoridades. Horas después de que los tres fueran dados de alta de los hospitales, Goldstein describió el calvario durante una conferencia de prensa frente a la sinagoga al norte de San Diego.
Con informacion del mañana