Fuente/ Infobae
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) estimó que los pacientes contagiados de COVID-19 en México han generado, hasta el momento, alrededor de 350 toneladas de residuos biológico infecciosos de los clasificados como no anatómicos, entre los que se encuentran materiales desechables como guantes, batas, goggles y cubrebocas.
Cada enfermo de coronavirus produce al día un promedio de 2 a 2.2 kilos de residuos considerados como peligrosos.
En entrevista con Excélsior, Ricardo Ortiz Conde, director general de Gestión Integral de Materiales y Actividades Riesgosas de la Semarnat, aseguró que México tiene la capacidad instalada para la recolección, transportación y el destino final de los residuos biológico infecciosos de la pandemia.
Asimismo, indicó que en el territorio nacional existen 39 empresas autorizadas para la recolección y el transporte de estos desechos con capacidad de 795 toneladas por viaje; 36 de almacenamiento temporal y acopio para 18,867 toneladas al año; 35 empresas para el tratamiento de 395,000 toneladas anuales y 19 plantas de incineración para 117,519 toneladas al año.
De igual manera, a solicitud de las propias empresas que están teniendo una creciente demanda, se autorizará la ampliación de capacidades para la recolección de materiales desechables del COVID-19, a través de vehículos que deben cumplir con características como tener cajas cerradas herméticas, sistema de captación de escurrimiento y refrigeración.
“Están adquiriendo o acondicionando equipos, vehículos de recolección nuevos para poder enfrentar la demanda que ellos están teniendo, y eso también lo estamos haciendo de manera prioritaria, y se va a tener esa ampliación en los próximos días”, afirmó en la entrevista.
De acuerdo con la Norma Oficial Mexicana 087, los residuos biológico infecciosos no anatómicos pueden ser incinerados o tratados químicamente para eliminar su peligrosidad, y posteriormente ser depositados en rellenos sanitarios para desechos sólidos urbanos.
Cabe mencionar que las mascarillas tienen una vida útil máxima de tres horas, pero tardan años en degradarse, ya que están fabricados con polietileno, el cual puede durar más de un siglo en el ambiente.