
Resumiendo: La suerte está echada. Ayer se resolvió una incertidumbre, finalmente supimos qué aranceles impondría el presidente de EE.UU., Donald Trump.
Pero en ese mismo acto se abrió una nueva incertidumbre, aún mayor: ¿cuáles serán los efectos de esta decisión para la economía global, la de Estados Unidos y la de América Latina?
Trump presentó su ofensiva arancelaria como una “declaración de independencia económica” y prometió que marcará el inicio de una “edad de oro” para Estados Unidos.
Pero fuera del discurso presidencial, el tono fue otro. The Economist lo calificó como “el error económico más profundo, perjudicial e innecesario de la era moderna”, subrayando que Trump está rehaciendo el comercio global sobre bases equivocadas y peligrosamente desfasadas. Según el semanario británico, el enfoque recuerda más a los años 30 que al siglo XXI.
Desde el Financial Times, economistas y líderes empresariales coinciden en advertir que esta política puede acelerar la inflación en EE. UU., encarecer productos esenciales para los consumidores, golpear las cadenas de suministro globales y provocar una respuesta en espejo de sus principales socios comerciales.
Para América Latina, el impacto puede ser severo. La región queda atrapada en un juego de suma cero: con sus exportaciones gravadas al 10% (y más en casos como Nicaragua y Venezuela), sin mecanismos reales para negociar excepciones, y con escasa capacidad de reacción coordinada.
México, si bien en una situación distinta por el T-MEC, no escapa del todo a las presiones arancelarias, especialmente vinculadas a la migración y al tráfico de fentanilo.
Trump se muestra positivo y confiado. El resto del mundo opina lo contrario.