Hace cinco años la Organización Mundial de la Salud (OMS) era notificada sobre varios casos de una “neumonía de origen desconocido” en la ciudad china de Wuhan: era el comienzo de la más tarde conocida como COVID-19, la peor pandemia del último siglo.
Un lustro después, los registros oficiales de la organización, que siguen actualizándose semanalmente, hablan de 7 millones de muertos, aunque la propia agencia sanitaria de la ONU reconoce que el número verdadero de fallecidos puede ser tres veces mayor y superar por tanto los 20 millones de víctimas.
Ello convierte a la pandemia en una de las pocas de la historia que puede contar sus víctimas mortales por decenas de millones, dudoso honor que comparte con otras como la gripe de 1918 o la peste bubónica medieval, teniendo en cuenta que éstas esquilmaron una población mundial mucho menor que la actual.
En cuando a los contagios por covid, la estadística de la OMS confirma hasta el momento 777 millones, aunque en este caso la cifra real todavía difiere más de la oficial y lo hará cada vez en mayor medida, ya que muchos de los nuevos casos, al ser leves, no son consultados a los médicos ni se diagnostican.
La pandemia de covid, uno de los pocos hechos históricos que ha afectado de forma directa a prácticamente todos los ciudadanos del mundo en forma de confinamientos, contagios, pérdidas de seres queridos y otras consecuencias, emergió en un mundo con la guardia baja, en el último día de 2019.
En esa jornada, la Comisión Municipal de Salud de Wuhan, una ciudad china de más de 10 millones de habitantes a orillas del Yangtsé, reportaba a la OMS la detección de 27 casos de neumonía, siete de ellos graves, ligados a un mercado de alimentación local, el de Huanan.
Los pacientes habían sido hospitalizados a lo largo de todo ese mes de diciembre, pero ese fue el primer mensaje público, al que la OMS reaccionó el 5 de enero con su primer comunicado en el que alertaba de una “neumonía de origen desconocido” en China que hasta febrero de 2020 no sería rebautizada como COVID-19.