CIUDAD DE MÉXICO.- A simple vista parece un teléfono celular como cualquier otro, con su pantalla de inicio, botones, logotipos de la marca. Se ven igual, pesan igual, pero no son lo mismo. Los teléfonos falsos son un reflejo de los extremos a los que han llegado los habitantes de la periferia de la Ciudad de México para protegerse de los frecuentes asaltos en el transporte público.
En un reportaje de la agencia de noticias The Associated Press, se da cuenta de esta artimaña, digna del ingenio mexicano, si bien descorazonadora en el fondo.
El precio oscila entre 300 y 500 pesos, unos 15 ó 20 dólares. Vienen a la mano cuando los asaltantes se suben a los camiones, microbuses, combis, peseras y autobuses que llevan a la gente que vive en los márgenes hacia el centro, donde están sus trabajos.
“¡Ya se chingaron! ¡No se muevan o se mueren! ¡Celulares y carteras!”, grita un ladrón en uno de esos videos que abundan, tomados con cámaras de seguridad colocadas en las unidades de transporte.
Los pasajeros, que van adormilados y rebotando de un lado a otro, son despertados bruscamente cuando dos pasajeros los sorprenden poniéndose máscaras y sacando pistolas.
Normalmente operan en parejas. Uno va recolectando el dinero, pasa una bolsa, una gorra o la mochila. El otro apunta con la pistola. A veces los dos apuntan. Si alguien se niega, le dan un balazo y lo dejan desangrándose mientras huyen a toda velocidad, hacia alguna motocicleta que les espera.
Con información de el mañana